38. Sueños de una noche con fiebre.
Calor. Más calor. Calor abrasador. Calor más ardiente que el Sol. Abro los ojos y las llamas rodean mi cuerpo. Las cálidas llamas llegan hasta el techo, no sé ve nada más que fuego. Abrumoso fuego. ¿Será esto el infierno? Nunca he sido una chica buena, pero tampoco he sido mala como para haber llegado hasta aquí. Pero el fuego no solo está fuera, lo siento dentro, me quema. Y de repente lo veo. Abrazado a mí con los ojos cerrados. Tres tortas en la cara sirvieron para despertarle. Tosía, exhausto y me miraba con el terror reflejado en sus ojos. Sí aquello era el infierno, hubiera dado lo que fuese por volver atrás en el tiempo y enmendar mis errores. Siempre he dicho que el fuego es mi elemento, pero aquello era aterrorizador.
A decir verdad, no estaba asustada por el hecho de que sintiese fuego hasta dentro de la garganta... Mi miedo era la preocupación de que a él le pasara algo. No es por presumir, pero yo podía sobrevivir a todo. ¿Y él? ¿Qué sería de él? No era un deseo egoísta... Era amor.
Cada vez sentía más y más fuego y sus ojos parecían suplicar a saber qué. No podía respirar. Cada vez que tosía sentía que se le iba el alma. Entonces, por inercia, le dí un beso... Tal vez la poca saliva que me quedaba le refrescara. Tenía la boca seca. Un beso apasionado, un beso fogoso... Y por su parte tan frío, tan triste... Parecía un beso de despedida. Y lo era. Sus labios se volvieron negro ceniza y sus brazos enrojecidos y quemados por el fuego se desprendieron de mí para dejar a un cuerpo inerte carbonizado que poco a poco se fue reduciendo a cenizas. Y mis lágrimas rodaban por mis mejillas mientras sentía que el fuego se apagaba. Y lo entendí, yo, la causante de tanta desesperación. Yo, la peor enemiga de mi misma, había conseguido carbonizar a la persona que más amaba.
A veces, la pasión, el desenfreno y la ira, hacen una mezcla mortal en tu interior que va creciendo la llama hasta provocar tal incendio que ni tú, ni nadie, sería capaz de apagar... Y cuando te pares a evitarlo... Será demasiado tarde.
~Cp
A decir verdad, no estaba asustada por el hecho de que sintiese fuego hasta dentro de la garganta... Mi miedo era la preocupación de que a él le pasara algo. No es por presumir, pero yo podía sobrevivir a todo. ¿Y él? ¿Qué sería de él? No era un deseo egoísta... Era amor.
Cada vez sentía más y más fuego y sus ojos parecían suplicar a saber qué. No podía respirar. Cada vez que tosía sentía que se le iba el alma. Entonces, por inercia, le dí un beso... Tal vez la poca saliva que me quedaba le refrescara. Tenía la boca seca. Un beso apasionado, un beso fogoso... Y por su parte tan frío, tan triste... Parecía un beso de despedida. Y lo era. Sus labios se volvieron negro ceniza y sus brazos enrojecidos y quemados por el fuego se desprendieron de mí para dejar a un cuerpo inerte carbonizado que poco a poco se fue reduciendo a cenizas. Y mis lágrimas rodaban por mis mejillas mientras sentía que el fuego se apagaba. Y lo entendí, yo, la causante de tanta desesperación. Yo, la peor enemiga de mi misma, había conseguido carbonizar a la persona que más amaba.
A veces, la pasión, el desenfreno y la ira, hacen una mezcla mortal en tu interior que va creciendo la llama hasta provocar tal incendio que ni tú, ni nadie, sería capaz de apagar... Y cuando te pares a evitarlo... Será demasiado tarde.
~Cp

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