75
Había una vez un feo, odioso y asqueroso gusanito que vivía infelizmente en su pequeña aldea, ajeno a todo, porque estaba rodeado de mariposas y otros preciosos bichillos que revoloteaban alrededor suya. Ese gusanito, se llamaba Envidia, y estaba tan ensimismado mirando alrededor, juzgando por qué todas eran bellas mariposas y analizando su feo aspecto, que era capaz de avanzar, de evolucionar, de ser uno más. No podía. Y mira que lo intentaba una y otra y otra vez, pero nada, no había manera. ¿Por qué? Porque su propia mentalidad le estancaba en ese cuerpo, en esa fachada superficial y para progresar por fuera, primero tenía que madurar por dentro. Pero para Envidia la madurez era lejana e inalcanzable. Y así, Envidia siguió creciendo y haciéndose cada vez más gorda y más fea sin conseguir hacer un capullo y convertirse en mariposa. Era un gusano obeso a punto de reventar. ¿Y sabéis como aliviaba el dolor de ser tan horrible? Sí, lo sabéis. Le cortaba las alas a todas las maripos...