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Había una vez un feo, odioso y asqueroso gusanito que vivía infelizmente en su pequeña aldea, ajeno a todo, porque estaba rodeado de mariposas y otros preciosos bichillos que revoloteaban alrededor suya.
Ese gusanito, se llamaba Envidia, y estaba tan ensimismado mirando alrededor, juzgando por qué todas eran bellas mariposas y analizando su feo aspecto, que era capaz de avanzar, de evolucionar, de ser uno más. No podía.
Y mira que lo intentaba una y otra y otra vez, pero nada, no había manera. ¿Por qué? Porque su propia mentalidad le estancaba en ese cuerpo, en esa fachada superficial y para progresar por fuera, primero tenía que madurar por dentro. Pero para Envidia la madurez era lejana e inalcanzable.
Y así, Envidia siguió creciendo y haciéndose cada vez más gorda y más fea sin conseguir hacer un capullo y convertirse en mariposa. Era un gusano obeso a punto de reventar.
¿Y sabéis como aliviaba el dolor de ser tan horrible?
Sí, lo sabéis. Le cortaba las alas a todas las mariposas mientras dormían, para acabar con la felicidad que ella no tenía, para que todas fueran tan horribles como ella, para que ninguna pudiera disfrutar de la vida, al igual que ella no podía disfrutarla.
Y así. Miles de mariposas, libres como pájaros, deseosas de cumplir su sueño de alzar el vuelo, de encontrar la felicidad, cayeron rendidas, desvanecidas como polvo porque ya no tenían alas, porque ya no tenían nada.
Pero siempre hay una solución.
Debe haber alguna mariposa, con la suficiente capacidad como para superar a Envidia y volver a pegarse las alas para alzar el vuelo.
No hace daño quien quiere, sino quien puede. Y debemos ser más fuertes que ese ser, esa Envidia, que nos corta las alas, que nos cierra las puertas, que quiere destrozar nuestra vida.
Quiero luchar, como esa mariposa que se construyó unas alas nuevas, y quiero que jamás nadie, en la vida, vuelva a meterse en mi vida para mover piezas como si fuera el Dios que mueve los hilos. Porque es mi vida. Y ningún envidioso tiene que modificar nuestra conducta, nuestra existencia. Vivamos.
#CP
Ese gusanito, se llamaba Envidia, y estaba tan ensimismado mirando alrededor, juzgando por qué todas eran bellas mariposas y analizando su feo aspecto, que era capaz de avanzar, de evolucionar, de ser uno más. No podía.
Y mira que lo intentaba una y otra y otra vez, pero nada, no había manera. ¿Por qué? Porque su propia mentalidad le estancaba en ese cuerpo, en esa fachada superficial y para progresar por fuera, primero tenía que madurar por dentro. Pero para Envidia la madurez era lejana e inalcanzable.
Y así, Envidia siguió creciendo y haciéndose cada vez más gorda y más fea sin conseguir hacer un capullo y convertirse en mariposa. Era un gusano obeso a punto de reventar.
¿Y sabéis como aliviaba el dolor de ser tan horrible?
Sí, lo sabéis. Le cortaba las alas a todas las mariposas mientras dormían, para acabar con la felicidad que ella no tenía, para que todas fueran tan horribles como ella, para que ninguna pudiera disfrutar de la vida, al igual que ella no podía disfrutarla.
Y así. Miles de mariposas, libres como pájaros, deseosas de cumplir su sueño de alzar el vuelo, de encontrar la felicidad, cayeron rendidas, desvanecidas como polvo porque ya no tenían alas, porque ya no tenían nada.
Pero siempre hay una solución.
Debe haber alguna mariposa, con la suficiente capacidad como para superar a Envidia y volver a pegarse las alas para alzar el vuelo.
No hace daño quien quiere, sino quien puede. Y debemos ser más fuertes que ese ser, esa Envidia, que nos corta las alas, que nos cierra las puertas, que quiere destrozar nuestra vida.
Quiero luchar, como esa mariposa que se construyó unas alas nuevas, y quiero que jamás nadie, en la vida, vuelva a meterse en mi vida para mover piezas como si fuera el Dios que mueve los hilos. Porque es mi vida. Y ningún envidioso tiene que modificar nuestra conducta, nuestra existencia. Vivamos.
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