91

Nos miramos a los ojos. Ambos nos tomamos de la mano. Ya no había vuelta atrás. La primera, y también la última. No nos quedaba nada más, solo el uno al otro. La decisión estaba tomada. No importaba cuanto intentáramos aferrarnos a esa vida que tanto daño nos había hecho, que tanto nos había destruido. Entonces nos fundimos en un abrazo, y el propio miedo hizo que mis uñas fueran a parar a su cuello. Más profundo, dentro, como si no doliese más que el propio silencio. Nuestros labios, secos, se funden en un beso. Uno. Solo uno, porque ha llegado el momento. Y así, abrazados, embriagados por ese cruel y cálido beso, saltamos al vacío sin arrepentimiento. 


~CP

Comentarios

Entradas populares de este blog

34

153

66