95. Admito que...

Anhelé, recelé, recapitulé esas oportunidades que se guardaron dentro de mí, de mi corazón. Como un beso que esperé, que no tuve, que deseé, no llegó y luego sin más, apareció porque era yo quién se tenía que lanzar. 

Es un milagro el hecho de vivir. Y más si tienes salud, y más si tienes con quién compartirlo, y más si eres feliz. Y acaba siendo una sucesión de cosas que te hacen admirar lo milagroso de la existencia. ¡Que bello es reír con quién te provoca esa risa! ¡Que divertido salir y empaparte hasta los tobillos, porque solo querías bailar esa canción bajo la lluvia! ¡Qué hermoso el Sol, que hermosa la Luna! ¡Qué precioso el cielo! Y así se apagan mis dudas. 

He estado sumida durante días, semanas, meses, incluso años, en proyectos que me escriban el futuro. Que me sirvan en la posteridad. Que me levanten con energía por esa predicción afortunada. ¿Acaso se harán realidad mañana?

No importa cuántas veces tropiece, yo sigo anclada en el camino de los errores, casi tatuándolos en mi piel como heridas de guerra que nunca cicatrizarán del todo. Cicatrices que me marcan el pasado, pero que me enseñan el futuro. Me han encallado la piel de tal forma que ahora el fuego, no quema tanto. Puedo asumirlo, puedo soportarlo. Y puedo luchar para evitarlo.

Tú y yo. Yo y tú. A veces puede ser un nosotros y otras dos por separado. Podemos ser uno, o dos. Tres son multitud. Tú y yo. Yo y tú. Nosotros cuando quieras, o uno cuando se apague la luz. 

Volvería una y mil veces a recostarme en lo maravilloso de tus sábanas embadurnadas de tu olor corporal, tan perfumado. Encañonando con mi crepitante mirada como se desadormecen tus soñadores ojos, traviesos, esos ojos marrones, tirando a color avellana, tirando al color del amor que disparas cuando me miras. 

Así como también admito que el mundo se vuelve más coloreado cuando él está a mi lado. 













~CP

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