147 - Sola en el silencio
Cuidado con dividir tu cerebro de tal forma que, una orden paralela decida cerrar tu boca para no dejar salir las palabras que han sido ordenadas en primera instancia. Ese intento fallido será una gota en un vaso cuya capacidad dependerá de tantos factores que jamás podrás hacer una predicción de cuantas gotas necesitas antes de que explote la dinamita. Cuidado. Cuidado porque a veces esas palabras funcionarán como un dardo envenado, haciendo daño. Pero la mayoría de las veces ese silencio será el que encienda la mecha, y desde ahí, solo hay que esperar paciente esa cuenta atrás para que la destrucción sea mucho mayor.
Supongamos que no te callaste. Supongamos que la orden no llegó adecuadamente y ese instinto impulsivo hizo que soltases todo aquello que se te ocurrió en el momento. Supongamos que, alguien dijo algo que no esperabas que estuviese ahí, sobre la mesa. Porque en cualquier instante, serás tú, ya que aunque haya alguien presente, actuando, hablando, en el fondo siempre serás tú. Recordándote a ti mismo que, todo acción tiene una consecuencia, agradeciéndote a ti mismo que, escuchaste a eso que llaman corazón, que no deja de ser una amígdala palpitando más fuerte de lo que debería. Por lo que, si no te callaste, si actuaste, date las gracias por no haber decidido el camino de la autodestrucción.Pero también hubo calma después de la tormenta. Y cuando miras atrás, te das cuenta de lo mucho que has avanzado. Y que, probablemente, siempre estabas avanzando incluso cuando hubo silencio, incluso cuando todo ardía, incluso cuando pensabas que te habías encerrado, aguantando la respiración, para que nadie descubriera tu escondite. Siempre estuviste creciendo. A veces nos aferramos a recuerdos, y otras tenemos tanta prisa que nos quedamos sin aliento. Pero siempre, siempre, estamos creciendo, el tiempo pasa y en el proceso, estás aprendiendo.
No siempre después de un tú hay un nosotros, ni siempre después de mí, hay un yo mas fuerte. No siempre amanece con tanta claridad como para ver dónde está más oscuro. No siempre es primavera. No siempre río cuando sé que llevo la razón, ni siempre estoy donde prometí. Pero siempre avanzo, aunque sea a pasos muy pequeños. Aunque lo que avance sea solo un respirar. ¿Cómo puedo saberlo? Mirando atrás. De nada sirve lastimarse de lo que ha ocurrido si no aprendemos una nueva lección. De nada sirve llorar por el pasado, si no eres capaz de ver la pequeña luz que podías ver en tu habitación a oscuras, y si no lo había, tarde o temprano tus ojos se empezaron a acostumbrar a la oscuridad, algo veías, pero si tenías tanto miedo y no eras consciente, ahora te cuesta recordar. Memoria selectiva, debe ser eso, ¿no?
No sé si estoy teniendo cuidado. No sé si me arriesgo demasiado. Por no saber, no tengo idea de adonde voy, pero si sé donde he estado. Estuve en el lugar del silencio, donde las palabras se hacen bola, donde esa bola rueda sin control hasta llegar a esa villa, la villa de la destrucción, donde todo arde, donde todo quema, donde las palabras se convierten en cuchillos y arrasan todo a su paso, haciendo sangrar a quien tengas delante. Por eso, no sé donde voy, pero si miro atrás sé donde no debo volver. Y aunque volviera, ni yo ni ese lugar sería la misma cosa.
Pero una acción ocupó el lugar de ese silencio. No tuvo por qué ser buena. Tal vez fue un comodín, una oportunidad, una casualidad, tal vez fue el último recurso necesario para no morir en el intento. Y, por supuesto, tuvo su consecuencia. Y así fue, así ha sido. En defensa de esta acción, siempre mostraré clemencia por cuando sobran las palabras. Puedo defender al valiente que ha callado a tiempo, más que al cobarde que acusa sin tregua. Porque no voy a culpar al silencio de ser un lugar sin salida, cuya puerta trasera dirige al camino de la autodestrucción. No cometeré ese error. Si tengo claro cual es el camino donde no volver, me será más fácil escoger el camino a emprender. Si tengo claro cual es el camino donde no volver, ese lugar donde solo hay silencio, a veces será una mera vía de servicio, que no me frena, ni me atrapa. Tan solo la utilizo a mi favor cuando lo desee, cuando las acciones se hacen necesarias. Y no hay temor. Tampoco culpa.
¿Te cuento un secreto? A veces, cuando la soledad viene de visita, cualquier tarde mientras la calor azota las paredes de las casas, soy yo quien decide ir a la villa del silencio a nadar en sus frías aguas, a escuchar lo que me cuenta el reposo, porque solo en silencio puedo sentirme, solo en silencio puedo vivirme.
Hay veces que todo arde, hay veces que solo siento nudos en la garganta. Pero con el tiempo he aprendido a vivir conmigo, a sentirme en silencio. Solo en silencio puedo abrazar la paz que vive en mí.
#tigerberry




Comentarios
Publicar un comentario