41. Sueños de noches de invierno.

Bombones. Bombones en forma de corazones.
Uno para ti. Y dos para mí. Lo de chocolate negro para ti, y los de chocolate con leche para mí. 
Y luego pasearemos para mantener la figura después de tantos bombones. 
Y caminaremos por Roma. Y veremos muchas cosas. Piazza di Spagna. El Panteón. Foros Imperiales y Mercados de Trajano... Muchas, muchas cosas. Y tú no echarás cuenta a nada. Porque eres un capullo. Y yo estaré pendiente a todo. Porque soy una ilusa. 
Y buscaras el lugar y momento perfecto para hacerlo conmigo. Y yo no me daré cuenta de que tu intención es esa porque estoy embelesada. 
Pasearemos de la mano. Yo con un ligero pasotismo. Tú con un ardiente deseo. Y pasearemos así por Trastévere. Bonito paseo, si fueras tú el elegido. 
Y luego nos sentamos en la terraza de un bar, que aunque hace frío, un chocolate caliente sentará muy bien. Aunque preferirías otra cosa caliente...
Nos hacemos una foto. Te gusta. A mí no.
Me coges de la mano y me pides que me case contigo mientras me enseñas un anillo, probablemente robado. Mi cara no mostraba asombro. Ni felicidad. Mi cara, veía a través de tus ojos y no me gustaba nada. 
Sonreíste pensando que tú triunfo era cada vez mayor. Y yo no. 
Me levanté del banco, miré a mi alrededor. Y la gente nos miraba. Nos miraba porque sabían que era un momento especial y ya se sabe cuán románticos son los italianos. Sonreí y le besé. Por pena. Y esto es lo que me daba más pena. Le dije que sí. Le dije que sí. Y yo no quería. Pero le dije que sí. 
Paseamos. Sugerí. Visitamos las catacumbas. Y allí, algo sucedió. Me quitó la camisa y el sujetador. Y yo no quería. Y yo no quería. Y me apretaba contra sí, frotándose todo. Y yo no quería. Y por dentro lo maldecía. Era violento. Era bruto. Era... No era lo que quería. 
Entonces sintió algo en su espalda. "¿Qué haces?" Preguntó riendo. Pero yo no estaba de risa. Ya no más. Se acabó. Y disparé. Un sonido sordo, que me entaponó los oídos. A él no. Él ya no podría responder más. Ni tocar ni un centímetro de mi piel. Y todo se fue. El miedo, la vergüenza, el autocontrol. Se fue. Con su vida se fue.


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